martes, 29 de marzo de 2016

Notas de un blogger

1.- Mi humor escrito es mucho mejor que el oral (como en el sexo, vamos)
2.- No voy a hablar de ajos para que no me huela el blog.
3.- Vamos a dejar de arriesgarnos: no produzcamos más "remakes".
4.- Una cosa que se puede hacer durante el mes de agosto, en Barcelona, es largarse.
5.- Siempre me despierto cuando ella empieza a bajarse la cremallera. Como si yo fuera Wyoming y ella, Zapatero.
6.- Estoy muy animado a las 01:38h de la madrugada.
7.- Los brillos de la bohemia son una gran impostura.
8.- Foticos.
9.- Todos los que tengan oportunidad, deberían asistir a la rompida de la hora en alguno de los pueblos de la Ruta del Tambor. Después escuchen el himno soviético... es broma: con el himno vale.
10.- "Tan lejos, tan cerca" y otras expresiones hechas que acuden en tu ayuda cuando no tienes nada que decir.
11.- Cualquier día de estos me voy a un "urbanspawellness" y el mundo quedará asombrado con mi capacidad de adaptación a la vida moderna.
12.- Doce está bien. Les dejo con una foto de la última tontería independentista: el tabaco Estelada.





lunes, 28 de marzo de 2016

Cosas.

Como amante del cine negro me declaro más cerca del hedonismo que del nihilismo; esto se puede tomar por cierto siempre que no tenga que ir a Correos o llamar al lampista; en ese caso, el nihilismo me parece una postura vital más acertada que el hedonismo.
Hasta aquí mi reflexión marxista del día. No olviden consumir alcohol con moderación y utilizar preservativo en sus relaciones sexuales esporádicas (donde dice "esporádicas", debe leerse "milagrosas")

sábado, 26 de marzo de 2016

Bajo la lluvia

Nada envidio con más ganas que la fertilidad creativa y el dominio del lenguaje de alguno de mis escritores favoritos. Así, me gustaría escribir algunas líneas sobre Johan Cruyff, el hombre que nos hizo soñar, pero me quedaría un texto cursi, teñido de una emotividad primaria que prefiero evitar porque él no la merece. Otra posibilidad sería escribir algo sobre los atentados de Bruselas, tema inadecuado por su crudeza, en un texto de marcado carácter terapéutico.

A primera hora de esta tarde me he quedado dormido en el sofá, disfrutando de mi sueño favorito: soy un afamado director de cine y las jóvenes actrices beben los vientos por trabajar en mis películas.
El sueño ha acabado a causa de los bocinazos de alguien que llegaba tarde al Via Crucis, supongo.
He aprovechado la coyuntura para tomar una buena dosis del ansiolítico más eficiente y asequible que conozco: el paseo bajo la lluvia; optando, en esta ocasión, por las calles de mi barrio, tan cambiadas y cambiantes, como ha sucedido en otras partes: barrios antes obreros y ahora populares que, en pocos años, han visto la llegada y marcha de miles de nuevos vecinos. En el mío, sin ir más lejos, se han ido instalando muchos rusos, que van ocupando el lugar de los latinoamericanos que regresan a sus países, ahora relativamente prósperos.

Me he dirigido a la arteria principal, a lo largo de la que se derrama el barrio; en ella se acumulan comercios, tránsito y obra pública en vísperas electorales.
Alcanzado el ecuador de la calle, se encuentra una zona ajardinada agradable y de una cierta extensión; en su centro, a cubierto en un quiosco, estaba tocando un grupo de músicos callejeros a los que no acostumbro a prestar demasiada atención, pero estos, con un swing muy alegre, me han invitado a acercarme. Con la proximidad he reparado en los carteles que, a modo de escapularios, llevaba colgados uno de ellos, el de más edad. En el primero se podía leer: "Soy doctor en Físicas y licenciado en Filosofía, como se puede ver en las fotocopias de los títulos que siempre llevo conmigo. Hace unos meses decidí dedicarme a mi verdadera vocación: pasar frío y vivir del dinero que consigo honestamente en la calle... a cambio de sentir que soy músico las 24 horas del día."

Después de un largo rato escuchando buena música, he vuelto sobre mis pasos. En el camino a casa ha arreciado la lluvia, mientras yo, feliz, me imaginaba bailando como nunca lo hago: con gracia.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Poesía - Jorge Arbenz

Adiós
a los días felices que no conocí
a los amigos que se fueron
al aire frío de la mañana
a la primavera
al silencio durante la lluvia
a cualquier brizna de felicidad

Adiós

Sin demasiado rencor acabo
este breve poema de mármol
como un epitafio

Adiós
en un solo acto




domingo, 6 de marzo de 2016

Carol (Todd Haynes - 2015)

Pocas veces se sorprende uno tanto y de manera tan agradable en una sala de cine,  como cuando advierte que su creencia sobre la muerte del gran cine clásico es errónea. Absolutamente.

Carol es una película de los años cincuenta traída a nuestros días: la época en la que transcurre, su estética, su estructura, su atmósfera y, sobre todo, sus dos inmensas protagonistas. Cate Blanchett y Rooney Mara, se alzan hasta revivir la magia de la edad dorada del cine de la mano de un director que conoce su oficio a la perfección, y dirige a sus actrices con el pulso exquisito de los maestros: Cukor, Mankiewicz, Hawks o Sirk.
Haynes no dirige una gran película, dirige una obra maestra, un ejercicio impecable de narrativa, elegante, preciso, delicado, en el que todo y todos obedecen a un único propósito: la consecución de la belleza.
La historia de amor entre dos mujeres, basada en una novela de Patricia Highsmith, se desarrolla sin mojigatería ni excesos innecesarios, en gran parte debido al trabajo de dos actrices soberbias que bordan y matizan sus papeles; tanto el de joven dependienta Therese -Mara - como la madura y rica Carol -Blanchett-. Las protagonistas se desean, mucho, mantienen relaciones, muchas y, para alivio de todos y todas, no acaban fatal.

Recomiendo esta maravilla con todo el entusiasmo. Todo en ella merece la pena, desde la dirección a la música o la fotografía pasando por cualquiera de las cosas imprescindibles para dotar de trascendencia cultural a una película.
Vayan a verla, es casi un ruego de cinéfilo vuelto a la vida.