Es bello ser comunista,
aunque cause muchos dolores de cabeza.
Y es que el dolor de cabeza de los comunistas
se supone histórico, es decir,
que no cede ante las tabletas analgésicas
sino sólo ante la realización del paraíso en la tierra.
Así es la cosa.
Bajo el capitalismo nos duele la cabeza
y nos arrancan la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de
retardo.
En la construcción socialista
planificamos el dolor de cabeza
lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.
El comunismo será, entre otras cosas,
una aspirina del tamaño del sol.