El movimiento de los "indignados", más conocido por 15M, cumple estos días su primer aniversario en unas circunstancias sensiblemente peores a las que contemplaron su surgimiento, con un claro aumento del paro y una política de durísimos recortes económicos que ha mermado de manera injustificable las prestaciones sociales del Estado.
En todo este tiempo, los políticos no han considerado necesario darse por enterados de la naturaleza del movimiento y sus causas.
La casta que ocupó el poder en los primeros años de la Transición - y no lo ha abandonado- no modificará unas políticas que solo buscan mantener la constelación de privilegios que se ha dado a sí misma a lo largo de tres décadas. No tienen miedo suficiente.
El 15M debe tomarse justamente como lo que es: un movimiento de fondo, claramente minoritario y desorganizado, que está empezando a remover las conciencias de una sociedad adocenada, todavía, por la memoria de la represión franquista. A eso, hay que añadir el éxito del capitalismo al hacer creer a los trabajadores, que formaban parte de las clases medias mediante el crédito que, convertido en un mecanismo de control social y propaganda, ha permitido a la clase obrera adquirir bienes de consumo en una cantidad muy superior a la que verdaderamente ha permitido y permite el salario medio en España - en torno a los mil euros, actualmente-. No solo eso: también ha convencido a los trabajadores de que sus " enemigos" eran los llegados de otros países, responsables de los bajos salarios porque están dispuestos a aceptarlos con tal de obtener un trabajo, que les permita quedarse en España y disfrutar de los derechos que se han financiado con el sacrificio exclusivo de los españoles.
Así, vemos como en toda Europa los trabajadores abrazan la ideología de sus opresores, para convertirse ellos mismos en opresores de otros más débiles, que soportarán el peso de la sociedad sobre sus espaldas por una suerte de derecho natural, que obliga a mantener una base de seres humanos sumidos en la miseria, para construir sobre su dolor la prosperidad de todos los demás.
Mal harán los políticos "profesionales" en despreciar al movimiento, repito que minoritario y sin la repercusión en la calle que ha conseguido en las redes sociales, pero cada vez con más gente acercándose a él, aunque sea por desesperación y hastío.
Solo es cuestión de tiempo que el 15M alcance una organización suficiente como para presionar con eficacia a los partidos tradicionales, o pueda convertirse en partido directamente.
Personalmente me permito confesar que me resulta muy atractiva la posibilidad de votar a una fuerza alternativa en unas elecciones o, también, que algunas fuerzas como el PSOE, pero no solo ellos, den pasos decisivos en cuestiones de democracia interna y en la adopción de un verdadero programa de izquierdas que defienda sin fisuras los servicios públicos e impida la monstruosidad de los desahucios en un país con cientos de miles de viviendas vacías. Por ejemplo.