domingo, 8 de febrero de 2015

Goya 2015





La XXIX gala de los Premios Goya tuvo el inicio más prometedor de los últimos años, al menos de los últimos años que yo recuerdo, un grupo de actores cantando "Resistiré" con toda la intención y un Dani Rovira aparentemente inspirado, prometían cosas mejores que las infligidas habitualmente a ese público -nosotros- al que tanto ama la gente del cine, a tenor de sus propias y reiteradas palabras.Todo fue flor de un día o, mejor dicho, de la primera media hora. A partir de ahí el tedio se apoderó progresivamente de la ceremonia hasta llegar al discurso insoportable del presidente de la Academia, auténtica puerta del infierno para los espectadores. El tono gris de cada año se coronó con la absurda aparición de  Alex O'Dogherty, un excelente actor y cantante abocado al ridículo por el peor de sus enemigos que, sin duda, escribió el guion de la ceremonia.
El momento memorable fue para Pedro Almódovar, en condiciones personales y económicas de decirle casi cualquier cosa que le parezca a casi cualquiera; desgraciadamente, no es el caso de la amplia mayoría de los trabajadores de la cultura en este país.

Los premios se repartieron con los criterios habituales de la casa, entre ellos el de la rentabilidad, solo así se entienden los premios a Karra Elejalde haciendo de sí mismo en "Ocho apellidos vascos" o a Dani Rovira por demostrar que un excelente monologuista no tiene porque ser un buen actor, ni siquiera tiene porque ser actor, en la misma película. Dejar de lado a Eduard Fernández, o al maestro Sacristán, es un pecado de los graves. Sobre Carmen Machi no me pronuncio, simplemente no me parece la mejor actriz del mundo.
En cambio, los premios de inercia, como el Goya para Nerea Barros pasando por encima de Natalia Tena y, sobre todo, de la espléndida Ingrid García de "Hermosa juventud", se hacen más llevaderos. "La isla mínima" es una de las grandes películas del cine español; Javi Gutiérrez se hizo con el premio con toda justicia, la misma con la que hubiera podido ir a parar a su compañero Raúl Arévalo sin que nadie protestara lo más mínimo. Contra lo que algunos dicen, no creo que la cosecha de ayer fuera para compensar a Alberto Rodríguez por el fiasco de "Grupo 7", puesto que la misma justicia que ha asistido el triunfo de este año, sirvió para corregir el absurdo de diez candidaturas, en 2013, para una película lastrada por muchas cosas, entre ellas alguno de sus actores protagonistas.
Admitida la calidad de "La isla...", quiero recordar a dos excelentes películas que, como todas las que plantean una estética y una narrativa diferentes a los muy conservadores gustos de la academia, han pasado casi desapercibidas: la muy apreciable "10000 km" y la exquisita "Magical Girl", joyas que recomiendo sinceramente.

En cuanto a la ceremonia: se hace necesaria, de nuevo, la reflexión de querer entenderla como una fiesta del cine, con el claro de objetivo de promocionarlo, o como un homenaje de la gente del gremio a sí misma, porque sobraban, al menos, una docena de premios que, con todos los respetos, no le importaban una mierda a nadie más que a las familias de los agraciados.
Nos queda, por último, esperar la próxima ceremonia, con ganas de ver despegar por fin al cine español que, contra lo sostenido por Antonio Banderas en su discurso de agradecimiento del Goya honorífico, merece mejor trato y más recursos, como toda la maltrecha cultura de este país.