Mis recuerdos de Friedrich Nietzsche se remontan a una película sobre su vida que vi a los quince años, más o menos, cursando primero o segundo de BUP: me pareció insoportable.
No sería hasta la lectura guiada de "Así habló Zaratustra" y, un poco antes, de "La gaya ciencia", que empecé a interesarme por el filósofo alemán. A interesarme como me intereso yo por casi todas las cosas, por un período breve de tiempo.
El caso es hace pocos días tuve la oportunidad de ver de nuevo la película, de la que no recordaba título ni actores, y resulta que está dirigida por Liliana Cavani, figura completamente sobrevalorada, aunque icónica, del cine europeo de finales del siglo pasado. La película, titulada "Más allá del bien y del mal", volvió a parecerme insoportable, pero me acordé de aquellos tiempos nefastos en los que uno tenía que tragar con peñazos infumables, si quería tener alguna credibilidad como persona de izquierdas y comprometida.
Todo esto venía a cuento porque el protagonista de la película era nada más y nada menos que Erland Josephson, uno de los más grandes actores y hombres de teatro europeos, amigo y colaborador de Ingmar Bergman, al que sucedió, si no recuerdo mal, en la dirección del Dramaten de Estocolmo.
Josephson protagonizó la última película de Bergman, "Saraband", que volvía sobre los personajes de la serie "Escenas de un matrimonio", pero varias décadas después.
La película, una reflexión implacable sobre la decadencia y la muerte, cerraba con broche de oro la carrera del Bergman que, como yo, detestaba a Nietzsche.
Hasta aquí mi cosa mental del día, a la que ya no me atrevo a llamar reflexión marxista.