No quiero confundir a Dios con Dios.
Por eso ya no uso sombrero,
busco ojos en los ojos de la gente
y me pregunto qué es lo que nos deja despertar,
mientras estoy aquí, entre paréntesis,
y sospecho que todo es un paréntesis.
Mientras manoseo esta muerte con horario de trenes
y me calco las manos.
Porque tal vez todo el juego sea ése:
calcarse uno las manos.
Calcarse entre paréntesis,
no afuera.
No quiero confundir a dios con dios.