Oscura cae, tras la luz de las tardes de julio.
Tras la recalcitrante luz, la claridad repulsiva.
Eran blancas. Las paredes. Blancas fueron durante
tanto tiempo… cuando aún pendía.
Y ahora cae. Junto al ruido de las aspas. Antes
de la angustiosa contracción de las pupilas que
añoran las cavernas húmedas y mustias.
La verdad, y su equipaje de adoquines, siempre caen
como la cera de las velas en la noche perpetua.
Oscura. Oscura cae, cual lágrima y mejilla hirsuta,
párpado maquillado y disfraz para la ocasión.
Oscura, sólo esta verdad no nos fue revelada:
la verdad, y su equipaje de látigos y azotes, siempre caen.
Manchando las paredes.