Aunque yo ande muy desconectado estos días y, además, este blog tenga cada vez menos visitantes, no quiero dejar pasar el día sin recordar que, el 25 de abril de 1974, un grupo de jóvenes oficiales portugueses honró su juramento de proteger al pueblo, liberándolo de una larga noche dictadura.
Lamentablemente, los poderes en la sombra acabaron por devorar el cuerpo y el espíritu de aquella revolución incruenta y gloriosa que llenó de claveles las esperanzas de una izquierda que ya daba sus últimos coletazos ante el empuje de las "terceras vías" que empezaban a incubarse en guaridas anglosajonas.
Que nos sirvan de ejemplo el coraje y, también, los errores de aquellos capitanes de abril.