lunes, 18 de junio de 2012

Lunes

Hasta esta mañana, el mundo tenía claro que la culpa de todo la tenían los griegos y que, en cuanto volvieran al redil de los mercados, las aguas financieras volverían a su cauce. Desgraciadamente no ha sido así: los griegos han votado bajo los efectos de una presión insoportable que buscaba infundirles el miedo, cosa que se ha conseguido, y Angela Merkel los ha compensado con una negativa rotunda a flexibilizar los planes de rescate.
Probablemente en todo este juego hay muchos órdagos por parte de la canciller alemana y el resto de dirigentes europeos, muchos intereses ocultos; pero el caso es la situación es cada vez peor y se asemeja a los días fatídicos del verano de 1914, cuando la acumulación de torpezas, órdagos y faroles por parte de los gobiernos europeos, llevaron al continente al desastre de la Gran Guerra.

En casa tampoco andamos finos: el presidente que barrió en las urnas el pasado 20 de noviembre, gracias a la gestión del anterior, ha demostrado ser mucho más torpe, ignorante y falto de determinación de lo que imaginábamos,que ya era mucho.
Es cierto que nada le está ayudando; a la crisis económica, se une una crisis institucional que en otros países tendría consecuencias imprevisibles: el presidente del Tribunal Supremo no cree que deba justificar una malversación de fondos; el jefe del Estado se va a cazar elefantes con un traficante de armas, cuando el país se acerca al  abismo; a un banquero se le descubren 2000 millones de euros en un paraíso fiscal y se vuelve de rositas a casa, pagando una multa que parece una broma; las instituciones no se renuevan porque a los partidos políticos no les da la gana; el real yerno que quedaba está a un paso de la cárcel, pero su esposa, santa e infanta, no sabía nada de nada pese a firmar todos los papeles posibles, etc. Pero España vive todavía bajo la sombra de la dictadura franquista: nos domina el miedo y la holgazanería cívica: dejamos la tarea de ser y comportarse como ciudadanos a los otros, que es mucho más cómodo.
De todo lo que está pasando, solo me lleno de orgullo cuando escucho las noticias sobre los mineros asturianos y leoneses. Su coraje viene de lejos, son gente acostumbrada a luchar por sus derechos: saben que el poderoso no regala nada, no da nada, no cede nunca. Lo saben ellos y lo sabemos los demás, pero los "demás" preferimos el fútbol.

En Cataluña la situación es todavía más grotesca: un gobierno en minoría, que ha llevado a cabo recortes inmisericordes mientras aflora la corrupción que forman parte de su ADN, ha conseguido que la impostura de oposición que tiene delante, haga seguidismo incondicional de sus argumentos y se abrace a ellos porque no tiene discurso propio, ni lo busca. Nadie habla de los recortes, sino del llamado pacto fiscal que, mediante hábil ingeniería financiera, devolverá a Cataluña la prosperidad perdida por la incompetencia de su clase política. Aunque esto último no salga en los libros de Historia Inmediata.

Como cantaba ese pésimo músico que era Bob Geldof: " I don't like Mondays!"