Ayer merendé una rebanada de pan de chocolate con mermelada de fresa sin azúcar. Yo me las prometía la mar de felices con mi merienda de dieta mediterránea hasta que me dí cuenta de que ¡ la mermelada sin azúcar es como follar sin tocarse!
Todos sabemos que, a partir de cierta edad, el único sexo posible es el de pensamiento, pero la mermelada con azúcar es un derecho constitucional para todos los niños, con independencia de su edad.
No podemos tolerar que a un ser inocente le amarguen la merienda con una mierda de mermelada que no es mermelada ni es nada. Y da igual que el ser inocente tenga, por decir algo, cuarenta y ocho años; la inocencia y el derecho constitucional a una merienda digna no se pierden nunca.
A Dios pongo por testigo que no podrán aplastarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a comer mermelada sin azúcar, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a comer mermelada sin azúcar!
Aunque la vea en una oferta del Mercadona.