Hoy se cumplen cuarenta años del asesinato de Salvador Puig Antich; como no podía ser de otra manera, todas las fuerzas políticas con posibilidades de reivindicar su figura, lo han hecho sin ruborizarse.
Me gustaría apuntar dos o tres cosas: Puig era anarquista y nunca se llevó especialmente bien con los comunistas, que lo consideraban un burgués advenedizo; tampoco era nacionalista ni nada remotamente parecido. A los que se reclaman herederos, rizando el rizo más de lo deseable, porque era un combatiente, será bueno recordarles que él y su grupo combatieron poco y mal, dada su "preparación" y penuria de medios. Tampoco era un hombre valiente, lo que engrandece su figura: los valientes acostumbran a estar cerca de la irresponsabilidad o la inmadurez, y Puig siempre tuvo presente la posibilidad de dejarse la vida en el empeño.
Acabo: le gustaba divertirse y tenía éxito con las mujeres, otra cosa que no le perdonan los que lucharon contra el franquismo desde su habitación o algún bar, estudiando a Gramsci y hablando sobre él, a ver qué pillaban.
Dicho todo esto, espero que la querella presentada en Argentina siga su curso hasta el final y el gobierno español se vea obligado a indemnizar a la familia de Puig como lo que es, la familia de una víctima del terrorismo de estado.
Salut,company, descansa.