Antes del partido entre el Atleti y el Depor, aficionados de uno y otro equipo habían tenido la sensata idea de citarse en los aledaños del Calderón, para molerse a palos los unos a los otros; "quedaron" a través de un grupo de Whatsapp. La cosa tiene, hasta aquí, su gracia cafre. Lamentablemente, uno de ellos (después de ser apaleado, acuchillado y arrojado al Manzanares por sus adversarios, rivales, enemigos o cómo narices quieran llamarse) ha muerto, otros varios están heridos de gravedad y el partido sigue jugándose a estas horas.
Si alguien se tomara la molestia de explicarles a estos chavales que los que les pagan los desplazamientos son los mismos que han dejado en paro a sus padres y a ellos sin educación ni futuro, tendríamos bastante ganado; también sería importante que entendieran lo poco que importan a los dirigentes deportivos que amparan sus fechorías, dado que no tienen inconveniente en que se juegue el partido, por ejemplo, como sí nada hubiera pasado.
Cuando acaben estos tiempos oscuros, será muy necesario sentarse a reflexionar sobre el camino que todos, como sociedad, hemos seguido para que una parte de nuestros jóvenes crean que matar o morir por un equipo de fútbol es heroico.