Han asesinado a tres mujeres más. Y van cientos, tal vez miles, muchas más víctimas que las causadas por ETA. Da igual, las mujeres no se organizan lo suficiente, no tienen el poder económico suficiente y muchas de ellas creen que la educación que reciben (o dejan de recibir) sus hijos no tiene nada que ver con la catástrofe; así, siguen perpetuando los patrones de conducta que aligeran, cuando no ignoran, la quiebra moral de la violencia machista.
Ahora volveremos a oír la canción de las denuncias falsas y, también, la de los silencios cómplices, esos que nos hacen creer que la violencia es una cosa privada, un "problema" de las mujeres que se visten como unas golfas y entonces pasa lo que pasa. Terriblemente constatamos que sí, que entonces pasa lo que pasa, que las matan a la espera de que a algún imbécil se le ocurra decir que merecen un funeral de Estado.
La verdad es que damos asco, no somos capaces de resolver este horror cuando conocemos perfectamente las soluciones: más medios para la policía, jueces, servicios sociales y educación, educación, educación.
Pero no lo hacemos, ni lo harán/haremos hasta que las mujeres empiecen a votar con criterios de legítima defensa.