1.- Que las emociones no nos hagan olvidar que la estancia de los refugiados entre nosotros será larga, incluso definitiva.
2.- Que la posibilidad de una larga, incluso definitiva, estancia, no nos haga olvidar que tratamos con seres humanos y, por tanto, debemos ayudarlos en todo lo que podamos. Es un deber moral ineludible.
3.- Angela Merkel no se ha vuelto bondadosa de repente: ha visto el milagro de cientos de miles de esclavos potenciales para la industria alemana, a los que todavía podrá pagar menos que a griegos, italianos o españoles. El mismo cuento puede aplicarse a David Cameron.
4.- Sea cuál sea la resolución de la crisis, sabemos algo cierto: España ha vuelto a quedar a la altura de su tradición chapucera y cobarde con los poderosos.
5.- Hay dos imágenes, además de la del cadáver del pequeño sirio ahogado entre Turquía y Grecia, que marcarán nuestra memoria: los policías checos marcando a los refugiados en los andenes de un pueblo fronterizo y los cruceros de lujo cruzándose con las barcas neumáticas, llenas a rebosar de refugiados, en las aguas del Egeo.
6.- Espero que, finalmente, la dignidad de Europa no quede en la de unas pocas ciudades. No soy optimista.