Ha muerto Jordi Dauder, que en cualquier país sería una mala noticia por su relevancia como actor, escritor y agitador cultural, pero en España es una tragedia. Somos un país de cómodos desmemoriados y las figuras como Dauder son imprescindibles, para mantener alta la media de exigencia moral que toda sociedad, que se pretenda libre, se debe a si misma.
A diferencia de esos comprometidos por accidente o por conveniencia estética que, acabada la manifestación de turno, se vuelven a sus casas en las mejores zonas de la ciudad y hasta la próxima, Dauder sufrió el exilio, la represión y la penuria económica, sin ceder jamás un ápice en sus convicciones, en la política y en la cultura: fundó la Liga Comunista Revolucionaria, la revista Quimera y la librería Eina, referentes indispensables en la Barcelona de los ochenta.
Jordi Dauder fue un poeta delicado, un novelista provocador, con "El estupor", uno de los más sólidos actores del teatro español, doblador, rapsoda, pintor, fotógrafo y, a partir de 1988, se convirtió en uno de los secundarios que tanto prestigio han cosechado en el cine español, situándose a la altura de José Bódalo, Luis Ciges, Manuel Alexandre, Agustín González y otros.
Todavía conservo en la memoria su lectura de " El bosque lácteo", de Dylan Thomas o sus recitales con la poesía de Vicent Andrés Estellés. Además, Dauder consiguió algo que nadie había hecho, que yo siguiera un culebrón de la televisión autonómica catalana - " Nissaga de poder"- en el que construía uno de los grandes villanos del género: el implacable Mateu Montsolís.
Entre las numerosas distinciones que recibió Dauder, destaco el Goya por su interpretación de don Luis, el sacerdote del Opus Dei que interpretaba magistralmente en la película " Camino".
Dejo una grabación de " Voces contra el poder", escrita más como ejercicio de activismo que como obra teatral, pero que recoge bien el perfil de Dauder.
Descansa en paz, compañero: