Como normalmente hablo de experiencias desagradables con editores, justo es que hable de experiencias desagradables de editores con escritores. Hoy he tenido oportunidad de comer con gente del mundillo literario aquí, en Barcelona, y he asistido a una de las exhibiciones más insoportables de altanería, imbecilidad, ausencia de luces y nulo talento literario, por parte de un supuesto poeta y dramaturgo, que ha colocado a un editor - y al resto de comensales- al borde del homicidio consumado.
No recuerdo una comida tan desagradable en mucho tiempo, tanto, que todo el mundo se ha ido a casa, sin sobremesa, para no seguir aguantando al personaje en cuestión. Incluso se ha permitido leernos unos poemas atroces ("La mejor poesía que se ha escrito en España, en los últimos quince o veinte años" - según el propio autor-.)
Editores del mundo, perdonadme, hoy me he sentido muy culpable.