El papa Francisco se ha preguntado, durante una conversación con periodistas que le acompañan en su viaje a Brasil, quién es él para criticar a los homosexuales que se quieren acercar a dios, si lo hacen de buena fe; no hay más respuesta que "nadie", él no es nadie para decirle a otra persona cómo vivir su fe religiosa, que es un acto privado.
No hay que olvidar el carácter universal que se arroga la iglesia de Roma, llámandose a sí misma católica. La iglesia católica decide cómo, cuándo y porqué cualquiera se acerca a dios y vive su relación con él, al menos hasta la fecha. Desde ese punto de vista, parecería un cierto giro a la tolerancia. Nada más que eso, y en el mejor de los casos, pero habrá que señalar un par de cosas al respecto.
Bergoglio no puede decirle a nadie cómo vivir su fe; por tanto, su declaración carece de sentido, salvo que se acepte el carácter público de la fe; en cuyo caso, no tiene valor la declaración sobre la laicidad del estado que realizó en Río.
Hay algo, sin embargo, que sí podría hacer el papa: decirles a todos los miembros de su iglesia, como el obispo de Alcalá de Henares u otros, que dejen de una vez de injuriar a todos los homosexuales - salvo que éstos sean miembros de la iglesia y prefieran amantes muy jóvenes-. No ha hecho nada en este sentido, ni siquiera una simple declaración.
Este nuevo referente de una cierta modernidad, no es más que un buen comunicador, como Wojtyla, y consciente de la realidad del mundo, a diferencia de su antecesor, el papa Ratzinger.
Por último: ¿ Por qué no condena de una vez la pena de muerte, dado el carácter sagrado que concede a la vida humana? Tal vez solo tiene carácter sagrado cuando se refiere a la interrupción del embarazo. Y sí, como también ha dicho, hombres y mujeres somos iguales ante dios, ¿ por qué no permite la ordenación de las mujeres?