martes, 22 de junio de 2010

El honor de un soldado

Cuando estalló la guerra, las campanas de todas las iglesias del País Azul tañeron por los héroes que iban a caer en la gloriosa expedición al País Naranja; después de conquistar los territorios de los feroces y atrasados pluscuamperfectos, los naranjas eran el último pueblo libre del yugo azul.
Los azules eran una nación de guerreros, ni una sola generación se había visto privada de la gloria militar: grises, pardos, altos, hirsutos, largos, simples y anticipados, fueron vencidos en sendas guerras relámpago; sus territorios conquistados, sus tesoros expropiados, sus ciudades - algunas muy hermosas- reducidas a cenizas.
Las tropas azules ensayaban los desfiles de la Victoria antes de invadir el País Naranja: tanques, cañones, filas interminables de soldados; los jóvenes cadetes de las academias infantiles, se presentaban voluntarios para el frente, provocando lágrimas de emoción en sus madres.

Los naranjas se habían dedicado a la ciencia y el arte desde que se tenía memoria. Su país carecía de policía y ejército, ni siquiera había afición a la caza o la pesca.
Las fértiles tierras de los naranjas, eran cultivadas de manera que sus frutos crearan delicados mosaicos: no podían comprender ninguna actividad que no persiguiera la belleza.
Los naranjas habían borrado toda noción de violencia o coacción; así, cuando los azules iniciaron la invasión, muchos naranjas quedaron sorprendidos por la insólita armonía de movimientos de aquellas máquinas, hasta el punto que decidieron ofrecer una recepción a los visitantes.

Cuando las brigadas especiales del ejército azul, izaron su bandera en el parlamento naranja - que era el último edificio en pie de la capital- supieron que su honor de soldados estaba cumplidamente satisfecho: aquellos absurdos naranjas, llorando como mujercitas, les habían querido privar de la gloria a la que tenían derecho según las milenarias tradiciones de guerra.
El desfile bajo el Arco de la Victoria, que tantos héroes había contemplado, les aguardaba y tras él: la Historia.