miércoles, 28 de julio de 2010

Ramón

Creo que me gusta esa sensación de uñas largas deslizándose por mi espalda, aunque no se hayan hecho la manicura francesa, eso me da igual. Cuando unas uñas largas se deslizan por mi espalda necesito escuchar jazz, por eso le pido a Mila, de vez en cuando, que me deje contratarla a precio de amigo: tiene uñas de gata y un preciso sentido del ritmo.

Anoche acompañé a Ramón, que se acaba de separar, por los bares de siempre y me hubiera emborrachado con él, de no ser porque apareció Mila con uno de sus clientes. Se acercaron a nosotros y ella nos lo presentó como viejo amigo suyo; Ramón miraba a Mila y Mila le robaba la cartera a su cliente, lo que me pareció muy poco profesional. Mila estaba preciosa y Ramón trataba de conseguir su teléfono porque no sabía nada de nada.
Nos fuimos para casa los tres y la cartera del pobre cliente.

Esta mañana me apetecía escuchar un poco de jazz y me he tumbado de espaldas en la terraza. Mila ha salido de la habitación y se ha sentado encima mío para deslizar sus uñas con decisión; no ha tardado en seguirla Ramón que le ha pedido disculpas por no haber podido llegar al final y le ha pagado los seiscientos euros que cuesta una noche entera con Mila, se llegue donde se llegue. Sí algo me molesta es que interrumpan los tratamientos de Mila sobre mi pobre espalda, pero Ramón es un pesado que no quiere entender nada.

Cenando en la terraza no deja de hablar de Mila, preguntándome si me importaría que Mila y él tuvieran una "historia". A veces me pregunto si es tan tonto como parece.
Ella está cantando en su casa, mientras amamanta a su muñeca, como hace siempre que se acuerda del día que se marchó de su pueblo en el sur.