domingo, 11 de septiembre de 2011

Le cambio médicos y maestros por una bandera grande



De nuevo vivimos, en Cataluña, la Diada del Onze de Setembre, que conmemora la toma de Barcelona por las tropas de Felipe V el 11 de septiembre de 1714 y, al parecer, la voluntad de resistir del pueblo catalán.
Como he dicho y escrito en muchas ocasiones, me parece que la cuestión patriótica es una rémora, un anacronismo sin cabida en este siglo, que heredamos del siglo XIX junto con la otra gran excrecencia del Romanticismo: el liberalismo.

El actual gobierno autónomico encaja perfectamente en el modelo neoliberal dominante en el mundo: para esconder su desprecio por lo público y lo que significa cuando hablamos de educación, sanidad y servicios sociales, se envuelve en la bandera y proclama que todo sacrificio es poco si lo que está en juego es la supervivencia de la patria. Naturalmente, como a toda derecha moderna que se precie, la patria se la trae al pairo: la única pretensión de la alta burguesía catalana, valedora determinante del nacionalismo y cuna de casi todos sus dirigentes, es controlar los recursos del territorio sin las interferencias de otras élites económicas, etiquetadas genéricamente como "Madrid".

Esta manera de entender la política se ha manifestado claramente en la presentación de la programación de la televisión autonómica, cuando la directora de la cadena, Mònica Terribas - de inequívoca adscripción al nacionalismo soberanista,como todos los periodistas de la casa- aludió a los recortes en sanidad y educación para justificar la austeridad presupuestaria de la cadena. Evidentemente, la intención era banalizar la importancia de los servicios públicos esenciales, equiparándolos a la dificultad que deberá afrontar la cadena en cuestiones tan capitales como el diseño de nuevos decorados para sus programas o la imposibilidad de subir, todavía más, los óptimos sueldos con que los consevadores pagan la fidelidad de los periodistas. Hay que decir, en este punto, que es una práctica extendida al mundo de la cultura, con adecuadas remuneraciones en forma de trabajos, congresos, seminarios, presencia en los medios públicos, subvenciones, etc. Gracias a eso, los intelectuales y artistas de Cataluña son, muy mayoritariamente, acríticos y pasivos con todas las cuestiones no relacionadas con los derechos históricos y demás zarandajas del nacionalismo.

Desgraciadamente, la sociedad catalana ya no parece capaz de reflexionar sobre sus verdaderos problemas. Treinta años usando todos los medios públicos, para bombardear a la ciudadanía, con los mensajes víctimistas propios del nacionalismo, han tenido un éxito solo cuestionado, en los últimos meses, por el minoritario movimiento del 15-M; cada día más inoperante en Cataluña, por cierto.

Ante la completa ausencia de oposición verdadera, con un partido "socialista" entregado a la causa del catalanismo con la furia del converso, incapaz de trasladar el debate político  a los terrenos propios de la izquierda, el nacionalismo catalán espera la hora de negociar el reparto de las tartas gigantescas de la sanidad y la educación con las élites del resto de España.
Todo por la empresa, digo...la Patria.

La foto ha sido obtenida de El Periódico de Catalunya.