lunes, 2 de julio de 2012

La Eurocopa en llamas.

Esta Eurocopa de 2012 ha servido para dejar claras varias cosas, siendo la primera de ellas que nuestro presidente del Gobierno es un cobarde de tomo y lomo. No solo se ha escapado, después de una conferencia de prensa ridícula, para ver un partido de la selección; ha utilizado los partidos para ir presentando, inapelablemente, los recortes a los que su presión sobre el resto del mundo no nos ha obligado.
A lo largo del torneo se han acumulado los despropósitos gubernamentales, lo que nos ha llevado a contemplar el desfile de ministros contradiciéndose o publicando las puntuaciones que obtienen jugando con el móvil que les pagamos entre todos.
La culminación de estos desastres ha sido la decisión del presidente, y del heredero de la Corona, de desplazarse a Ucrania para ver la final, mientras en España el fuego devoraba miles y miles de hectáreas de espacios protegidos y fértiles tierras de labor.

Otro tema omnipresente durante estos días ha sido el de Sara Carbonero; la presentadora más conocida de la televisión española y, probablemente, de las más conocidas del mundo por su relación con el portero del Real Madrid y la selección, Iker Casillas, se ha hecho célebre por sus innumerables pifias durante la retransmisión de los partidos. Me gustaría hacer alguna puntualización al respecto: Carbonero es una pésima comunicadora con evidente desconocimiento de su " especialidad", apenas tiene algunas asignaturas de la carrera de periodismo acabadas, y a nadie se le escapa que su deslumbrante físico es causa del  jugoso contrato con el grupo Mediaset. 
La despectiva coletilla con la que su compañero, Paco González, cerraba sus respuestas a las desafortunadas intervenciones de Carbonero - " Gracias, Sara"- se convirtió en un éxito de la red social Twitter, que hizo de la presentadora blanco preferente de sus chanzas, muchas veces excesivas y groseras. Aquí es importante señalar que, sin negar la evidente incompetencia de Carbonero, sus colegas de retransmisión dan, en general, la misma penosa impresión, sino peor.
Siempre he dicho que el periodismo deportivo no es periodismo, al menos en España. Los que se dedican a la cosa en nuestro país, se han distinguido históricamente por su escasa talla intelectual y una acusada falta de rigor profesional. Ahí tenemos los ejemplos del mismo González, de Lama, Carreño, Abad y tantos otros u otras.
Tengo la convicción de que Sara Carbonero, que se ha limitado a aprovechar una oferta multimillonaria, como hubiera hecho casi cualquiera de nosotros, se ha convertido en objeto de todos los golpes por razón de su género y, sobre todo, su físico, cuando la verdad es lo que merecen más sus compañeros, todos ellos con muchos más años de experiencia que ella. Y esto es imperdonable.

Una última cosa que me ha llamado la atención, es la extraña mezcla entre coherencia ideológica y pasión deportiva que se ha manifestado, de nuevo en las redes sociales, con gran crudeza. Parece que uno no podía ser de izquierdas y disfrutar con los partidos de fútbol, porque la situación del país es mala: me parece una gran tontería. Lo que no debe hacerse es dejar de lado la obligación ciudadana de presionar, con toda la energía, a la clase política  para que haga lo que todos esperamos cuando votamos: administrar los recursos de la nación para aumentar la prosperidad y bienestar de los españoles.
Pero uno puede ver el fútbol o hacer lo que le apetezca para mejor llevar estos tiempos difíciles, sin cargo de conciencia alguno, ¡ faltaría más!
Caso distinto es el del presidente y el heredero, que antes he mencionado, ellos sí están obligados a mantener una actitud, unas formas y una disposición para el deber que les entra en el sueldo. Ellos representan a las altas instituciones del Estado, de ellos sí se esperaba que viajasen a Valencia antes que a Kíev, que diesen una imagen: les entra en el sueldo, al menos eso, aunque también debería entrarles en la conciencia. La vida llena de privilegios que llevan, especialmente sangrante en el caso de Felipe de Borbón, les obliga a una serie de contraprestaciones escritas con letras mayúsculas, en el contrato social que sostiene nuestro entramado social y político.

Nota del Editor:
No me gustó el detalle, de todos los " periodistas", de ponerse la camiseta de la selección al acabar el partido. Estaban trabajando, es eso que decía de la ausencia de rigor profesional.