jueves, 18 de febrero de 2010

El café

Alfredo Uriarte estaba convencido de haber empezado con mal pie la relación con su nueva compañera, Cristina; un día la invitó a tomar café.
- A veces no soy consciente de los efectos que provoca mi carácter, pero lamento la incomodidad que se produce entre nosotros cuando nos cruzamos en el pasillo- y la miró fijamente-. Ella le dijo que le agradecía el gesto, aceptando la invitación.
Se entretuvieron más de la cuenta y ella estaba alegre porque Alfredo no era el tipo con malas intenciones que pensaba, incluso se enterneció cuando él le habló de sus veranos en el pueblo, de su primera novia. Apuraron el paso hasta llegar al despacho: ella estaba definitivamente confiada en su nuevo amigo y Alfredo, alegre, fue a masturbarse, pensando en la facilidad que tenía para arreglar la desconfianza que provocaba en las mujeres, cuando le conocían.