viernes, 27 de mayo de 2011

Normalidad


El portavoz del gobierno autonómico catalán ha manifestado, en TV3, la televisión pública que nunca ha dejado de controlar la derecha nacionalista,  que la policía, esta mañana, estaba restableciendo la normalidad democrática en la zona de la plaza de Cataluña, virtual centro de laciudad de Barcelona.
Me  sorprende el concepto de normalidad que tienen los burgueses bienpensantes,  porque a mí siempre me ha parecido más normal que un grupo de gente, indignada o no, se siente a hablar pacíficamente en el espacio público, que no ver a otro grupo de gente armada hasta los dientes y pegando o disparando a  los que hablan.

Lo que ha pasado en Barcelona, no es más que un anticipo de los cuatro próximos años en toda España: la derecha no va a detenerse en su afán de destrucción del Estado, una vez que se le ha entregado un poder casi absoluto, gracias a la rendición por conveniencia de la izquierda parlamentaria.
Los policías que han golpeado con saña a ciudadanos pacíficos y desarmados que se limitaban a oponerse, sin violencia de ningún tipo, a la conculcación de sus derechos de reunión y opinión, mostraban el carácter que tiene la derecha: no va a tolerar ningún tipo de discrepancia determinante en el proceso político, por muy pacífica y legítima que sea.

El poder económico ha instalado a los suyos en las poltronas del gobierno, porque el asalto definitivo a las estructuras del llamado Estado Social y Democrático de Derecho,  no quiere intermediarios. Así, alguien dirá a los socialdemócratas que " Roma no paga traidores", apartando de todo poder a los que olvidaron ideas e ideales, para no verse superados por el ciclón neoliberal desatado al final de la Guerra Fría.
Supongo que todo esto forma parte del proceso normalizador, que reclaman los gurús en las escuelas de negocios, ávidos de lanzarse sobre derechos como la sanidad, la educación o las pensiones, para convertirlos en negocios con los que lucrarse.

El movimiento del 15 de mayo es, más allá del aspecto pintoresco que puedan tener algunos de sus miembros, una esperanza para la izquierda, aunque no solo para ella: lo es para todos los que creen
en la fuerza de la palabra y en la necesidad de ejercer un pensamiento crítico, como piedra angular de una nueva democracia que arrebate el poder al dinero y lo devuelva a unos ciudadanos que, tal vez, estén abandonando la comodidad de una sociedad que condenó a la miseria a una parte de sus miembros, para poder mantener la ficción de prosperidad ante el resto.
Tal vez, así lo espero al menos.

* La imagen se ha obtenido de la web de 20 minutos.