sábado, 18 de mayo de 2013

¡ Videla, sos un hijo de la reputa!


Esta frase se la oí a un argentino cuando apareció, en la pantalla del televisor, un sonriente Jorge Rafael Videla que salía de un juzgado bonaerense. Mi amigo, hombre de carácter afable y afinado sentido del humor, había abandonado su país en 1978, perseguido por los militares que lo gobernaban desde 1976.
Le salió el grito del alma misma, de las entrañas; y del miedo que todavía le impedía dormir por las noches.

De todas las infamias que los militares de todo el mundo han cometido contra sus pueblos, la de los militares argentinos ocupa un lugar preferente. Entre marzo de 1976 y octubre de 1983, 30000 personas fueron asesinadas extrajudicialmente: son los " desaparecidos". Secuestrados, torturados y asesinados - en su mayoría- en virtud de un plan delirante, que pretendía hacer retroceder a la Argentina al siglo XIX.
Argentina no podía caer "en manos de los marxistas", no podía dejar de ser "occidental y cristiana", en palabras del mismo jefe golpista.

Jorge Rafael Videla fue un católico integrista, asesino, traidor, cobarde y desequilibrado, que sometió a sus compatriotas a un infierno. Cuando los efectos de su desastrosa gestión económica empezaban a dejarse notar, sus conmilitones lo apartaron del poder, para seguir arruinando el país, conducirlo a una guerra absurda en la que perderían la vida un millar de jóvenes. En ella, los oficiales que no habían dudado en masacrar a su pueblo, se comportaron con un grado de cobardía e incompetencia que sorprendió a los adversarios británicos.
Esa derrota les apartaria del poder, dejando atrás un país empobrecido y traumatizado.

Por todas estas cosas, Jorge Rafael Videla, teniente general del ejército argentino, presidente de facto, te deseo la peor de las eternidades, llena de todo el dolor que causaste, hijo de puta, de la reputa, no siento por ti ninguna compasión. ¡ Púdrete!