sábado, 6 de marzo de 2010

Oportunidad

No tengo ninguna querencia por la miseria ni por barrios como el tuyo - le dijo ella antes de irse-. Él comprendió que todo se había acabado y volvió a su casa. Abrazó a sus hijos, besó a su mujer por primera vez en varios meses y se acostó.

Al día siguiente fue al banco, sacó casi todo el dinero de cada cuenta y reservó dos billetes de avión. De nuevo en casa, preparó las maletas y esperó a su mujer: la estranguló,tal y como había aprendido a hacer en el ejército, con una corbata que llevaba preparada en una pequeña bolsa de mano. Llamó a su hermano y le dijo que sus sobrinos llegarían por la noche. Fue a buscar a los niños al colegio y los acompañó a la estación, esperó en el andén hasta que cogieron el tren. Los miró por última vez, con un cierto cariño.

El cuerpo de ella ocupaba toda la cama: la había estrangulado; tal y como había aprendido a hacer en el ejército, con una corbata que llevaba preparada en una pequeña bolsa de mano. Nunca más volvería despreciar a alguien por su clase social. Llamó a la policía, les explicó lo que había hecho y esperó. Tardaban más de la cuenta, le dio tiempo a pensar: cogió todo el dinero que encontró en la casa - en la pequeña caja fuerte bajo la cama- y se marchó para empezar una vida nueva.