La llegada al poder del PP ha supuesto el enfriamiento del clima político, ya que no puede utilizar contra la oposición las tácticas infames que utilizaba contra el gobierno. Sin cabeza de turco que cortar, los conservadores han quedado en evidencia: toman las mismas medidas que los neoliberales del PSOE y muestran ante Merkel igual o mayor vasallaje.
Hay una cosa, en este gobierno que tan bien sabía lo que tenía que hacer para sacarnos de la crisis, que lo hace esencialmente peor que el anterior: la persona que lo preside. José Luis Rodríguez Zapatero era un incompetente que se creía su papel de icono de la izquierda, pero, esa convicción le llevó a comportarse con un respeto hacia los medios de comunicación, singularmente los públicos, que no se recordaba aquí desde los tiempos de Calvo Sotelo, ese señor de derechas de toda la vida, que aburría a los muertos, pero con un sentido exquisito de las formas en un gobernante.
Lejos del ejemplo de sus antecesores, Rajoy no cree que deba contestar a las preguntas de los periodistas, supongo que como lo creen los periodistas que van a conferencias de prensa sin preguntas. Tampoco cree el presidente que deba comparecer, en sede parlamentaria, para explicar los durísimos recortes en derechos sociales que van a sufrir los españoles - como hacen con las hemorroides, por cierto, en silencio-.
Vivimos en una democracia plagada de imperfecciones, que se cinceló con el silencio de las aisladas élites políticas de la izquierda y la apatía, inducida por el miedo, de buena parte de la ciudadanía. La clase politica surgida de ese proceso fallido ha resultado corrupta, cobarde y servil con los poderosos. Mariano Rajoy es un ejemplo claro del tipo de títeres que permiten los grandes poderes, en las presidencias de los poderes ejecutivos europeos. Simplemente es eso, aunque en él se dan circunstancias agravantes como la vacuidad de sus propuestas y la indigencia intelectual que caracteriza "a un señor de provincias como Dios manda", definición acuñada por el propio Rajoy para regocijo de su fieles, en particular, y de toda la gente que quiere ser como Dios manda, en general. Que en España es mucha.