Ayer se cumplieron todos los pronósticos electorales de manera sobrada y el PP alcanzó los 186 diputados y 136 senadores, contra los 110 diputados y 48 senadores del PSOE.
Entiendo que hay dos grandes motivos para que esto haya ocurrido, el primero de ellos aqueja a casi todos los partidos europeos que se pretenden de izquierdas: son votados para llevar a cabo políticas progresistas y no lo hacen. El segundo motivo de la derrota socialista hay que buscarlo en la descomunal torpeza política que ha exhibido el presidente del Gobierno desde que negó la evidencia de la crisis financiera, hace ahora unos dos años.
La incapacidad de los partidos de izquierda para comportarse como tales, se debe al enorme poder que ha acumulado el conjunto de empresas e instituciones dedicadas a la economía especulativa-financiera, que convenimos en llamar mercados. La pasividad y sumisión de los partidos en sus relaciones con estos mercados, solo se explica por la connivencia entre una parte decisiva de los individuos que forman la clase política - verdadera clase social con sus propios intereses corporativos- y ese poder financiero. Los políticos velan por unas legislaciones laxas que favorezcan los negocios y el poder financiero alimenta la maquinaria de los partidos, que han acabado por entregarse al mejor postor, dado que la política se ha convertido en una profesión más, en la que el principal objetivo es el de la mejora de las condiciones salariales. Naturalmente, no todos entran en este juego, pero no están en primera línea. Los propios aparatos de las grandes organizaciones políticas, neutralizan las veleidades regeneracionistas que vayan más allá de lo que la mercadotecnia electoral estima oportuno.
José Luis Rodríguez Zapatero ha añadido, como combustible a la pira en la que ha ardido el partido socialista, un factor nada desdeñable : su torpeza política, aliñada un deseo infantil de pasar a la posteridad como el gran estadista que ha dado la izquierda a este país.
Zapatero o ZP - o el de la ceja-, se ha perdido en sus errores de diagnóstico sobre la dimensión de la crisis que se avecinaba, hasta que fue llamado al orden por el presidente de Estados Unidos y los pesos pesados de la UE. Entonces inició una serie de reformas, en mayo de 2010, que no entendieron las bases del partidos ni lo electores que lo habían llevado en dos ocasiones a La Moncloa, y han acabado resultando fatales para las expectativas electorales del PSOE.
Pero mucho antes se había permitido prescindir de valores progresistas que le hacían sombra: Jesús Caldera, Cristina Narbona, Mercedes Cabrera, Jordi Sevilla, etc. En su lugar vinieron las "pajines" y "aídos", sin más valor añadido que el de su juventud y nulo poder dentro del aparato del partido.
A estos factores se añade el cansancio del electorado, su tradicional desidia cívica y una falta de memoria que hace pensar en el PP como buen gestor de las crisis económicas, cuando, históricamente, las salidas a las crisis siempre se han encontrado en la izquierda, desde el imperfecto New Deal de Franklin D. Roosvelt, hasta los eficaces programas de gasto público que levantaron a Europa tras la II Guerra Mundial, y mantuvieron estados con elevadas prestaciones sociales hasta principios de los setenta, con la irrupción de las tesis neoliberales que nos están ahogando en estos momentos.
No sería justo decir que José Luis Rodríguez Zapatero es el responsable único o máximo del desaguisado, puesto que en un contexto de economía globalizada, Europa necesitaría que las grandes naciones de la Unión, como Francia y Alemania, estuvieran dirigidas por gigantes, pero, en estos momentos, ambas naciones cuentan con dirigentes mediocres, carentes de la altura de miras suficiente para acelerar la verdadera unificación política de los estados. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, son dos claros ejemplos de dirigentes que no tienen más objetivo que perpetuarse, de una forma u otra, en el poder o sus cercanías. Tampoco ha ayudado la infame actitud del ex presidente del Gobierno, José María Aznar, que no ha cesado de incendiar la escena mediática con sus críticas a las políticas del gobierno español. Algo jamás visto en los países de nuestro entorno.
Sea como fuere, los mercados han "saludado" al presidente electo con una subida de todos los indicadores que debían bajar y viceversa. Las medidas que deberían adoptarse se quedarán en el limbo de los olvidos: modificación de la ley electoral, adopción de un sistema tributario progresivo, racionalización de la administración pública, reducción de los gastos en Defensa, etc.
No queda otra, entonces, que desearle suerte en el cumplimiento de las intenciones que ayer manifestó Mariano Rajoy y pedirle a la izquierda que se siente con el deseo firme de concurrir de manera conjunta a las urnas en las próximas elecciones.