Tal vez sean las fechas, tal vez que me estoy haciendo viejo, tal vez mi romanticismo incurable. O será una combinación de factores, pero, sea lo qué sea, esta historia me ha alegrado el día: bella y llena de ternura, de la verdadera ternura que solo destilan los amores más grandes y puros, esos que la mayoría de nosotros debemos conformarnos con imaginar.
En fin, que no todo son tonterías de santos inocentes y reyes campechanos.